domingo, 11 de septiembre de 2011

BIBLIOGRAFIA

CRIATURAS MITOLÓGICAS
Culebre
El Culebre es un misterioso dragón que las leyendas sitúan en una cueva en los acantilados de San Vicente de la Barquera. 
Está emparentado con los grandes dragones de otras tierras. Como estos, tiene una sola cabeza y una enorme boca con terribles dientes por la que expulsa fuego y azufre. Sus ojos tienen el color de ascuas ardientes. Todo su cuerpo está cubierto de escamas y en su espalda posee unas pequeñas alas de murciélago que le permiten volar.
Se cuenta que el Culebre tras varios siglos de longevidad ha perdido parte de sus poderes. Esto sucede sobre todo la noche de San Juan cuando se dice que fallan los encantamientos mientras que, según se habla, la noche de San Bartolomé sale de su cueva con sus poderes acrecentados, provocando tempestades y desatando el terror entre las tranquilas gentes de San Vicente. 
Cuenta la leyenda que el durante un tiempo el Culebre exigía como tributo una doncella virgen para devorarla, pero una vez, una de las doncellas invocó al Apostol Santiago para que la salvara de tan cruel muerte y entonces, el Culebre como herido en el pecho, soltó una nube de azufre por la boca y retorciendose, herido y humillado, se metió en la cueva para no volver a pedir tributo a las gentes.

Nuberos

Los Nuberos son los genios traviesos y maliciosos que montados en nubes grises se divierten provocando tormentas con la intención de asustar con sus rayos a los animales y destruir con el granizo las cosechas de los hombres. 
Son pequeños, de cara maliciosa y aspecto obeso. Siempre aparecen montados en sus nubes que ellos mismos crean y desde ellas controlan el granizo, el rayo y la lluvia. Crean sus nubes gracias a un poder especial que tienen y no les son necesarios componentes para realizarlo. También pueden invocar rayos a voluntad, y no dudarán en utilizarlos como armas si son atacados o molestados. 
Los nuberos suelen cometer sus fechorías a antojo pudiendo incluso reunirse varios de ellos para juntos formar un gran nubarrón de tormenta con la que divertirse.
Ojáncano
Los ojáncanos son quizás las criaturas más malvadas que habitan en Cantabria. Se oponen completamente a las anjanas. Si estas son afecto, dulzura, humildad y amabilidad, el ojáncano es odio, ira y destrucción. El ojáncano se alegra de los males de los hombres y disfruta con la destrucción de sus cosas.
Su aspecto es tan terrible como su conducta. Su rostro es redondo de color amarillento y con unas largas barbas de color rojizo. Los cabellos son también de color rojo pero menos intenso. Tiene un solo ojo en mitad de la frente en el que se dice se vislumbra su odio y maldad. Este ojo brilla por la noche como si estuviera al rojo.
Se cuenta también que tiene un tiene un pelo blanco entre sus espesas barbas; este es el punto debil del ojáncano ya que si se le arranca este pelo, muere inmediatamente.
La voz del ojáncano es a su vez tan terrible como si de un trueno se tratara y suena como un vendaval de invierno soplando en las montañas.
Los ojáncanos son tan fuertes que no hay peso imposible de levantar para ellos. Muchos de los árboles caídos a orillas de los ríos cuando hay vendaval los ha tirado algún ojáncano y es que cuando hay viento, se les enredan las barbas y estos enfurecidos descargan su ira con los árboles y con todo lo que pillan a mano.
Los ojáncanos se alimentan de bellotas, de las hojas de los acebos, de las ovejas y de las vacas que pastan por donde ellos viven. En alguna ocasión bajan a los valles y roban las panojas de maíz.
Estas criaturas habitan en grutas profundas cuya entrada está siempre disimulada por maleza, arbustos y grandes rocas. Cuando los ojáncanos están aburridos se dedican a arrancar rocas de los montes y a colocarlas en las fuentes, en los atajos o en las puertas de los refugios. Otras veces, estropea los puentes, roba ovejas y destruye el sembrado de los campesinos.
Se dice que el ojáncano se puede transformar en un mendigo anciano, cuando hace esto entra en los pueblos y por las noches mata a las ovejas, a las gallinas y a las vacas, destruye los frutos y huye al amanecer antes de que nadie despierte.
El mito masculino, fiero, malhumorado, gigantesco, siempre pensando en malas fechorias, este es la antítesis de la bondad, de la dulzura de la Anjana.
Donde ésta pone afecto, recompensa, humildad y regalo, el Ojáncano pone rencor, castigo, soberbia y hurto.
El rostro es redondo, de color amarillento, con unas barbas largas y bermejas como una llama, los cabellos son de un rojo menos intenso. Su unico ojo, en la mitad de la frente, relumbra como una candela y está rodeado de unas arrugas pálidos con unos puntitos azules. La voz del ojancano es parecida a un trueno que se oye a lo lejos.
Al alba se levanta y empieza a caminar por el monte, con jadeo como el de un osu cansao. Para entretenerse arrastra peñas y las acerca a camberas y brañas donde se guarece el ganado. Tambien tiene la costumbre de estropear las juentis, de romper las tejas de las casas y dejar bojonas a las vacas.
Trasgus 

Son duendecillos que habitan bosques y que se dedican a hacer trastadas y burlas a los humanos, sobre todo a sarrujanes y mozas. Son muy pequeños, con cara negra y ojos verdes, pícaroros y burlones.... y, como han de pasar desapercibidos sus ropajes son tunicas de hojas de castaño y verde musgo. 
Quien oye su voz burlona y cínica cuando bajan de los montes siempre ha de acabar sufriendo travesuras tales como que le escondan la leche, el quesu y otros alimentos mientras estos se rien de los esfuerzos por encontrar las cosas donde las puso.

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